martes, 10 de marzo de 2015

TIEMPO REBELDE y sus obras


TEATRO POPULAR EN UN ACTO



EL DILEMA DE MANUEL
un empleado público



Luis Valdez Pallete



Tiempo Rebelde, 1974

                                                     Lima-Perú














PERSONAJES
Manuel
Director
Javier







APARECE UN COMEDOR MODESTO, EN UNA ESQUINA MANUEL HABLA POR TELÉFONO.

MANUEL.-    (HABLANDO POR TELÉFONO)… ya María. No te preocupes. El chico ha llamado por teléfono para avisar que se queda a comer en la Universidad. (PAUSA). Yo ya comí. (PAUSA) Sí, estaba caliente (PAUSA) Está bien, ¿A qué hora vendrás a casa? (PAUSA) ¿Cómo? Me parece que sería demasiado tarde. (PAUSA) Bueno, está bien, pero dile a mi hermana que ya es tiempo que ella también aprenda a coser (PAUSA) Yo he tenido un buen día. Me dio satisfacción poner en su sitio a un fulano que se le daba de mucho (PAUSA) No, por teléfono no puedo contártelo, pero cuando te enteres vas a sentirse orgullosa de tu marido, (PAUSA) Te digo que es muy largo de contar. Más bien termina pronto y que el esposo de Alicia te traiga en su auto, porque a esa hora es peligroso tomar taxi. (PAUSA) Bien. Chau

MANUEL CUELGA EL TELÉFONO. TOMA UN PERÍODICO PARA LEER Y SE SIENTA A LA MESA. TOCAN A LA PUERTA. MANUEL MIRA SU RELOJ Y ALGO SORPRENDIDO SE LEVANTA, ESPERA QUE VUELVAN A TOCAR Y ENTONCES VA Y ABRE LA PUERTA. APARECE UN HOMBRE MUY BIEN VESTIDO.

MANUEL.-       ¿Usted señor Director? No pensé que honraría esta humilde casa con su visita.
DIRECTOR.-   ¿Por qué no venir a visitarlo mi apreciado Manuel? Siempre es agradable llegar a la casa de un servidor leal, constante y sacrificado.
MANUEL.-       Gracias, señor Director… pero pase al comedor señor Director. Tome asiento. Disculpe, pero no tengo sala de recibo.
DIRECTOR.-   No se preocupe Manuel. La misión que me trae no requiere sala de recibo. Además, usted sabe que en esta época los lujos ya no cuentan. Lo que interesa son los hombres. A nuestro gobierno le preocupa la alineación de toda esa gente que aún cree que las demostraciones de riqueza tienen importancia.
MANUEL.-       Ya lo creo señor Director
DIRECTOR.-   Por eso este gobierno es revolucionario.
MANUEL.-       Así es señor Director. Yo lo comprendí desde el comienzo.
DIRECTOR.-   Hizo bien porque, ahora, en la alta dirección tenemos el mejor concepto de usted. Sabemos de su sinceridad, de su convicción, de su responsabilidad y de su honradez a toda prueba.
MANUEL.-       Gracias señor Director. Yo sólo trato de cumplir con mi deber.
DIRECTOR.-   Y lo está logrando con creces. Hace poco comentábamos con el Director General que si tuviéramos la suerte de contar en todas las reparticiones con gente como usted, apresuraríamos la irrefrenable moralización que ha emprendido este gobierno en la Administración Pública.
MANUEL.-       Usted me confunde señor Director.
DIRECTOR.-   No, Manuel. No debe sentirse confuso sino orgulloso, porque no son muchos los servidores públicos que se han identificado con los postulados de esta revolución... usted seguramente podría objetar, como otros, que hay empleados públicos antiguos que están mal pagados…
MANUEL.-       Yo no he objetado nado, señor Director.
DIRECTOR.-   Ya sé que usted no ha objetado nada, pero…
MANUEL.-       No se preocupe señor Director. Tengo fe en que las cosas van a cambiar y entonces…
DIRECTOR.-   Fíjese Manuel. Usted sabe que siempre la administración pública ha estado corrompida. Nunca los gobernantes anteriores se han preocupado de evaluar debidamente a los empleados públicos, porque no les convenía. Lo que les interesaba era colocar a sus familiares y amigos para que aprovecharan los períodos durante los cuales se encontraban en el poder. Lógicamente los servidores de carrera iban quedando rezagados con bajos sueldos y tenían que hacer uso de medios ilícitos para lograr un ingreso que les permitiera vivir. Por supuesto lo altos funcionarios se hacían los de la vista gorda porque conocían la causa, y lo que es peor, muchos de ellos propiciaban esos ingresos ilícitos y reclamaban el mayor porcentaje, resultando entonces el empleado de carrera una especie de intermediario, rompiéndose, al fin de cuentas, todo concepto de línea de mando y responsabilidad. Además, en esa época, como también usted sabe, la Ley solamente funcionaba para el común de mártires.
MANUEL.-       Conozco esas situaciones señor Director, pero no somos pocos los que podemos mostrar una recta conducta a pesar de los muchos años que llevamos en la administración pública.
DIRECTOR.-   Lo sé Manuel, pero no podrá usted negar que ante la defensa del puesto, convenía más al subalterno dejar que las cosas pasen…
MANUEL.-       Es cierto que no se encontraba respaldo de los superiores para aplicar la Ley a todos por igual.
DIRECTOR.-   Bien. Actualmente se quiere hacer justicia a los servidores de carrera y se quiere desterrar la tradicional inmoralidad de la administración pública. Para ello se viene haciendo una detenida evaluación de los servidores públicos, pero, como comprenderá, esto no puede hacerse en un día…
MANUEL.-       Ya lo creo señor Director, pero lo que motiva el descontento de los servidores de carrera es que los puestos principales vienen siendo ocupados por gente nueva que resulta la única bien remunerada. Por lo menos así viene sucediendo en nuestra repartición.
DIRECTOR.-   Es que eso es lógico Manuel. Este gobierno para llevar adelante sus reformas, necesita gente que lo respalde y por eso ha procedido a contratar nuevo personal. Claro que los nuevos servidores hemos tenido que ingresar bien pagados, porque el gobierno sabe a quien contrata… pero no es cuestión de preocuparse. Pronto va a concluirse la evaluación del personal de carrera en nuestra repartición… Descuide Manuel, porque usted va a ser uno de los primeros en beneficiarse con ella…

MANUEL OBSERVA PENSATIVO AL DIRECTOR. LUEGO, SALIÉNDOSE DE LA REPRESENTACIÓN SE DIRIGE AL PRIMER PLANO DEL ESCENARIO DONDE SE DIRIGE AL PÚBLICO, NO COMO PERSONAJE SINO COMO ACTOR.
MANUEL.-       (AL PÚBLICO) En este país de América Latina, es imposible escuchar los argumentos que expone un alto funcionario del gobierno actual, sin acordarse de lo ocurrido durante gobiernos anteriores. Siempre decían cosas así. Asumiesen el poder como fruto de elecciones o de golpes de estado, siempre criticaban al anterior y prometían justicia. Pero lo que realmente sucedía en la administración pública, era que los puestos principales los asumían gente de confianza del gobierno. A los numerosos empleados de carrera se les prometía justicia, previos detenidos estudios que nunca llegaban a concretarse. En fin, el gobierno actual se empeña en afirmar todos los días que ahora es diferente, pero los argumentos y los hechos son en esencia iguales. Han pasado ya cinco años desde que a los servidores públicos de carrera este gobierno les ofreció un sueldo decoroso y la mayoría de ellos siguen padeciendo la angustia de no contar con los mínimos medios que les permita atender las esenciales necesidades de su familia. ¿Deben seguir esperando?
MANUEL VUELVE A SU UBICACIÓN ANTERIOR Y SE REINCORPORA A LA REPRESENTACIÓN COMO PERSONAJE
DIRECTOR.-   Ah Manuel, Manuel. Creo que usted no tiene mucha confianza en que hora está cerca. Quizá más cerca de lo que cree. Precisamente el motivo que me trajo a visitarlo tiene mucho que ver con su futuro. Ya le he dicho que este gobierno protege a su gente de confianza y usted, aunque es antiguo, ya se ha ganado nuestra confianza.
MANUEL.-       Gracias señor Director. No esperaba oír lo que me dice y realmente debo de confesarle que me inquieta saber la razón que ha motivado su grata llegada a esta casa.
DIRECTOR.-   Es lógico Manuel, es lógico… Mire Manuel, usted recibió esta mañana la visita del señor Monterroso y…
MANUEL.-       (CON NO DISIMULADA ALEGRIA) Ya entiendo señor Director. Yo sabía que un hecho así no iba a pasar inadvertido por usted… Sin embargo créame que no pensé que tal hecho llegara a motivar una visita suya a mi casa.
DIRECTOR.-   Bueno Manuel. Mire, ya vamos por partes.
MANUEL.-       (SIEMPRE ALEGRE) Perdón señor Director, pero déjeme explicarle cómo fue. Créame, estoy sumamente contento que lo hayan enterado. Yo sabía que realmente el país está cambiando, que ahora la Ley se aplica a todos por igual, sin distingos de ninguna clase. Justamente había pensado buscarlo mañana, en un momento que usted estuviera desocupado y contarle lo ocurrido sé que usted respalda hechos así. Hace un rato le decía a mi mujer que debía estar orgullosa de lo que había hecho su marido…
DIRECTOR.-   Cálmese ya Manuel y escúcheme.
MANUEL.-       Si señor Director, por supuesto, pero antes, por favor, déjeme decirle cómo fue.
DIRECTOR.-   Está bien
MANUEL.-       Yo cité al tal señor Monterroso, porque la evasión de tributos de su compañía era notable, y además, se había hecho acreedor a una fuerte multa. Juntando ambos conceptos, comprobé que este señor tenía que pagar al Estado, un millón aproximadamente. Esta mañana vino muy amable, se acercó a mi escritorio y me pidió salir a conversar fuera de la oficina. Yo me negué a ello, manifestándole que los asuntos de la oficina, solamente podría tratarlos en ella. Noté que se disgustó un poco, pero tomó asiento y me ofreció un puro de esos que fuman los gringos, lo que no le acepté porque…No se fumarlos. el encendió el suyo y algo nervioso, en voz muy baja…
DIRECTOR.-   Por favor Manuel, evite los detalles.
MANUEL.-       Si señor Director. Bueno, imagínese que me ofreció veinte mil para que hiciera desaparecer los papeles que habían motivado la notificación que le hice. Como comprenderá, al comienzo me sorprendió y luego me sentí indignado. El muy sinvergüenza tuvo la osadía de decirme que él sabía cuanto ganaba y, por último, como si hubiera pensado que me parecía poco, me ofreció el doble, llegando, finalmente, a ofrecerme hasta el triple. Usted se dará cuenta, señor Director, que ya esto era demasiado ofensa, así que levantándome airado de mi asiento, llamé al personal que trabaja conmigo y sin darle tiempo a reaccionar al tal Monterroso, les dije: “Miren, aquí tienen a un mal ciudadano que ha tenido la desfachatez de ofrecerme hasta sesenta mil, para que lo ayude a evadir los impuestos que debe al Estado”. Recién entonces reaccionó Monterroso, y entre indignado y asustado, me dijo gritando: “No le permito”. Yo grité más fuerte y proseguí “¡Quien no le permite seguir hablando aquí soy yo y agradézcame que no llame a la Policía!”. Luego, dirigiéndome a los otros empleados agregué que los tiempos habían cambiado y que el actual proceso revolucionario exigía la honradez de todos los que éramos empleados públicos, pues así desenmascararíamos a los malos ciudadanos que valiéndose de su dinero buscaban estafar al Estado…
DIRECTOR.-   Ya acábela Manuel
MANUEL.-       Si señor Director, creo que me he extendido mucho, pero, para mí, lo más venenoso se produjo cuando al retirarse dijo Monterroso desde la puerta: “Pobre hombre, qué tal idiota, ha perdido de ganar en un momento más de lo que gana en sueldos durante todo un año, y además, se ha metido en un gran problema porque no sabe con quién se ha metido”, Yo por supuesto, no le hice ningún caso, pues sé que esa famosa cantaleta de “no sabe quién se ha metido” ya pasó de moda. Sé que ahora hay un gobierno que respalda a los servidores que hacen cumplir las leyes, sé que…
DIRECTOR.-   Por supuesto Manuel, nada tiene que temer. Sin embargo, es necesario que aprenda a ser menos vehemente. Usted sabe que a veces hay situaciones difíciles, cuya solución escapa a nuestras manos y, entonces, esos escándalos como el que me acaba de relatar, resultan totalmente inconvenientes.
MANUEL.-       Bueno, señor Director, usted comprenderá que los ofrecimientos del señor Monterroso eran como para sacar de sus casillas a cualquier persona honrada.
DIRECTOR.-   Yo lo entiendo Manuel porque lo conozco, pero tiene que darse cuenta que hay casos en que manda el capitán, no el marinero.
MANUEL.-       Pero es que entonces… ¿usted no está de acuerdo con lo que hice?
DIRECTOR.-   Bueno, claro, lo que ha motivado su conducta es muy apreciable, Así lo entiende también el Director General. Pero el caso es que como el incidente se ha hecho tan notorio, la solución del problema es ahora más difícil.
MANUEL.-       ¿Cómo difícil? Si la solución es una sola: Monterroso tiene que pagar hasta el último centavo.
DIRECTOR.-   Precisamente, Manuel, ahí está el problema y tiene usted que entenderlo. Sus años en la administración pública han de haberle enseñado que hay situaciones especiales que requiere de un trato muy delicado. Sobre todo cuando esas situaciones comprometen a gente que está mucho más arriba que nosotros.
MANUEL.-       Pero, eso era antes.
DIRECTOR.-   Bueno, antes era otra cosa. Digamos que … era una costumbre. Ahora los casos son excepcionales y nosotros no podemos ignorarlos.
MANUEL.-       Pero es que ahora estamos viviendo un proceso revolucionario, de cambios.
DIRECTOR.-   Bueno, vamos a hablar las cosas claras. Monterroso representa a una compañía cuyo principal accionista es un integrante del supremo gobierno. O sea que el millón de soles que usted quiere que pague Monterroso, va a salir en su mayor parte del bolsillo de un ministro. Por favor Manuel, usted no es ningún tonto y sabe que el evitar ese pago, no impide que el proceso revolucionario siga adelante.
MANUEL.-       (ESTUPEFACTO) ¿Y qué tengo que hacer señor Director?
DIRECTOR.-   Pues es muy simple. No volver a tocar el asunto. Esperar que los que escucharon esta mañana olviden el incidente y luego … bueno … usted sabe que en cualquier oficina puede traspapelarse o extraviarse un documento, así que por favor, mañana a primera hora deseo que me haga llegar en forma confidencial todos los documentos relativos al caso del señor Monterroso. Y quédese tranquilo porque el Director General sabe de esto y está totalmente de acuerdo con lo que le estoy indicando. Además, creo que ya tiene lista su promoción a  un alto cargo. Por supuesto que esto último se debe a sus méritos.
MANUEL.-       (ANONADADO) Ya lo creo señor Director, esa promoción no es un soborno.
DIRECTOR.-   ¿Cómo se le ocurre hombre? Bueno, ya es hora que me marche.
MANUEL.-       Perdón señor Director, dígame ¿Qué pasará si no hago lo que usted me ha indicado?
DIRECTOR.-   Usted no es ningún tonto Manuel. Usted sabe que tiene que hacerlo. A nadie se le ocurriría contrariar a un ministro, en un momento en que como fruto de las reorganizaciones administrativas, pueden producirse muchas supresiones de plaza. ¿Tiene usted idea de la cantidad de puestos que pueden suprimirse en una repartición estatal cuando a ésta se le reorganiza?
MANUEL.-       No se me ha ocurrido pensarlo, señor Director.
DIRECTOR.-   Pues siempre en bueno en eso, porque la Ley autoriza la supresión de plaza y el empleado que la ejerce, automáticamente queda despedido, aunque sea antiguo. No lo olvide.
MANUEL.-       Comprendo señor Director.
DIRECTOR.-   Bueno, tengo que retirarme. No olvide seguir mis indicaciones mañana a primera hora, porque el Director General está muy preocupado.
MANUEL.-       Sí señor Director
DIRECTO.-      Hasta mañana Manuel, que pase una feliz noche. Saludos a la familia.
MANUEL QUEDA APESADUMBRADO. INGRESA JAVIER PORTANDO UNOS PAPELES DOBLADOS,
JAVIER.-         Buenas papá
MANUEL.-       Qué tal hijo.
JAVIER DEPOSITA LOS PAPELES EN LA MESA
JAVIER.-         Estos carteles son para una marcha de protesta que haremos mañana. (SILENCIO). Te noto preocupado papá. ¿Ha sucedido algo en la oficina?
MANUEL.-       No. No ha pasado nada. ¿Qué podría pasar?
JAVIER.-         Siempre que respondes así, es porque has tenido un problema en la oficina. Lo que pasa es que tú crees que aún no tengo edad ni criterio para participar de tus preocupaciones.
MANUEL.-       No es eso hijo.
JAVIER.-         Entonces ¿qué es papá? ¿Por qué no me cuentas lo que te sucede?
MANUEL.-       No creas  que me desagrade el que te preocupes por mis problemas. A cualquier padre eso le satisface. Por eso que lo que me interesa es que salgas adelante en la Universidad y no deseo causarte ninguna preocupación que distraiga tus estudios. Tú sabes todo lo que para tu madre y para mí, significa el que pronto seas un profesional.
JAVIER.-         Te comprendo papá. Sé lo importante que es para nosotros el que culmine mi carrera pronto. Pero eso no puede significar de ninguna manera el que yo tenga que permanecer ausente de los problemas familiares. Ser universitario no puede significar de ninguna manera que uno tenga que dedicarse solamente a escuchar a sus profesores o leer libros. Yo creo que ser universitario implica una gran responsabilidad no sólo para con la familia sino para con la sociedad toda …
MANUEL.-       ¿Vamos a volver a lo de siempre, hijo?
JAVIER.-         No se trata de lo de siempre papá. Se trata de que me comprendas de una vez por todas. Que entiendas que yo no soy ni puedo ser un estudiante de carpeta. Que me alientes en la consecución de los objetivos que me he propuesto porque, justamente, soy universitario.
MANUEL.-       ¿Y …. ?
JAVIER.-         Los universitarios tenemos el deber de hacer nuestros los problemas del pueblo, tenemos el deber de luchar por lo que realmente conviene a la nación. Tú sabes que en las grandes luchas sociales de todos los tiempos, los universitarios y el proletariado han marchado siempre unidos.
MANUEL.-       ¿Y …?
JAVIER.-         Y si esos principios son los que orientan mi conducta estudiantil ¿cómo puedes privarme de que participe de tus problemas?      
MANUEL.-       Ahora no tengo ganas de discutir. Tal como lo han notado estoy realmente deprimido. Sabes que a mí me parece que el cumplimiento del deber es lo primero y que a la Universidad debes de ir a estudiar y nada más. Te agradezco el interés que muestras por conocer mis problemas, pero no mezcles las cosas. Además lo que me ha sucedido no tiene ninguna importancia. Por último  cualquier cosa que pueda pasarme es culpa mía, por no haberme podido abrir un horizonte que nos permitiera vivir tranquilamente. Es realmente desesperante tener que estar siempre atado a un puesto público inseguro y mal pagado. Ya te he contado que ha habido largas temporadas en que he trabajado como chofer de taxi en la noche, pagando un soberbio alquiler por el vehículo. Tenía que trabajar hasta el amanecer para traer el diario a la casa y luego con sólo un café concurría al empleo para no llegar tarde y evitar los descuentos. Felizmente ahora tu madre ayuda con la costura.
JAVIER.-         (ACERCÁNDOSE CORDIALMENTE A MANUEL) Sí papá, ya sé todo eso. Pero no es el caso que te eches la culpa. El caso es que tú, como cualquier empleado público o como cualquier trabajador, debían tener lo suficiente para vivir digna y humanamente, porque para eso trabajan una jornada normal. Vivir con dignidad no puede ser patrimonio de grupos de privilegiados o de sinvergüenzas, que al fin y al cabo son lo mismo. Vivir con dignidad, es lo que corresponde a todo ser humano por el hecho de ser humano. Además, papá ¿crees que realmente el Estado te ha hecho justica? ¿Ha hecho justicia a otros servidores que, como tú, siempre han cumplido su deber y nunca han estado metidos en las mafias de las reparticiones estatales? No papá. No les han hecho justicia, porque el Estado siempre ha permanecido y permanece en manos de la burguesía, llámenla como quieran llamarla. Y ésta burguesía no está al servicio del pueblo, sino de su propios intereses y de los intereses imperialistas. Entonces a los que dirigen la administración pública, no les conviene servidores como tú, porque entorpeces sus insanos propósitos. A ellos les conviene tenerte en un rincón para que te aburras y te vayas o para que no hagas nada que los incomode, porque, en cualquier momento, por ser un buen empleado, puedes tropezar con ellos. Así es papá. Tus méritos, tu afán de cumplir siempre con tu deber no funciona con éstos.
MANUEL.-       (PENSATIVO)… el cumplimento del deber… Ah Javier, cuánto tenemos que aprender todavía… el cumplimiento del deber… justamente hoy cumplí con mi deber… hoy rechacé un soborno de sesenta mil que me ofreció un fulano que decía ser influyente … hoy avergoncé a ese tipo públicamente y arengué a mis compañeros a que sigan mi ejemplo, instándolos a moralizar la administración pública, como lo preconiza este gobierno… hoy me sentí feliz de haber hecho una buena acción a favor de este proceso “revolucionario” … Y hoy, hijo, hoy, hace un momento, estuvo por primera vez en mi casa un Director y… no fue precisamente para felicitarme por lo que te he dicho, sino para advertirme que si no lo entrego para que desaparezcan, los documentos que acreditan que ese fulano debe al Estado un millón de soles, pierdo mi puesto, porque para mi mala suerte, ese fulano representa una compañía donde el mayor accionista es la familia de un ministro.
JAVIER.-         ¿Ese desgraciado de Director se ha atrevido a amenazarte? ¿Ese miserable ha venido a coaccionarte, a chantajearte?
MANUEL.-       Puedes llamarlo coacción, chantaje o lo que sea, pero lo cierto es que debo de escoger una de dos posibilidades. O entrego los papeles y soy inmediatamente mejorado y tendremos para un televisor, o me pongo terco, me despiden, viene otro y de todas maneras desaparecen los papeles.
JAVIER.-         Esta afrenta es demasiado papá. Siempre has impedido que te exponga mis puntos de vista y la verdad es que hay muchas cosas en las que estoy en desacuerdo contigo. No sé. Parece que a veces te niegas a darte cuenta de la realidad… Desde que era niño te escuchaba decir cada cierto tiempo: “Parece que ahora las cosas van a cambiar” y nunca cambió nada. Hace cinco años te volví a escuchar lo mismo. Hasta ahora recuerdo que dijiste: “Este gobierno sí que está haciendo bien las cosas. Ahora sí que todo va a cambiar. Por algo este gobierno ha dicho que es “revolucionario”. Yo me preparaba para ingresar a la universidad y te escuchaba con alegría  porque veía en tus ojos la esperanza. Pero después pasó el tiempo y tu mirada fue decayendo. La alegría fue desapareciendo de tu rostro. Aparte del día en que supiste que ingresé a la universidad, no recuerdo haberte visto realmente contento. Poco a poco evitaste conversar de la oficina y tu decepción parecía evidente, pero, por lo que me has contado, seguías albergando esperanzas de cambio, seguías creyendo que las cosas podrían ser diferentes. No papá. Esto no va a cambiar.
MANUEL.-       Por favor hijo, no prosigas.
JAVIER SALE DE LA REPRESENTACIÓN SE UBICA EN EL PRIMER PLANO DEL ESCENARIO Y SE DIRIGE AL PÚBLICO COMO ACTOR
JAVIER.-         (AL PÚBLICO) El sabe que esto no va cambiar. El sabe que todos estos remedos de cambios estructurales y moralizaciones que pregona el gobierno, no son sino medios que le sirven para disimular sus inconfesables propósitos de perennizar la añeja dominación de las potencias capitalistas extranjeras, sobre todo la norteamericana, a través de la burguesía financiero industrial de este azotado país latinoamericano. El sabe que jamás puede creerse en quien dice hacer una revolución y toma el poder a espaldas del pueblo. El sabe que las terceras posiciones, los cafés con leche, los pluralismos son fórmulas envasadas por el gobierno yanqui para la exportación a Latinoamérica. El sabe todo esto, pero está poseído por el lógico temor de admitir su tremenda decepción de este gobierno, al que consideraba la tabla salvadora y en el que creyó. Seguramente también tiene el temor de darle toda la razón a su hijo. No debe ser fácil par aun padre, admitir que en la voz de los hijos está muchas veces la verdad, porque la experiencia la reemplazan con pureza, decisión, vehemencia y amor.
JAVIER RETORNA A LA REPRESENTACIÓN ASUMIENDO NUEVAMENTE SU PAPEL DE PERSONAJE Y VUELVE A CONVERSAR CON MANUEL
JAVIER.-         ¿Qué piensas hacer papá?
MANUEL.-       No sé Javier. No sé. Esta noche conversaré con tu madre. Y no te preocupes. Retírate a descansar que es tarde.
JAVIER.-         No dejarás que te humillen ¿verdad papá?
MANUEL.-       Siempre he estado convencido que en un país como éste, pertenecer al sector de los humildes nos da dignidad. Por eso es que yo creo que los de la clase humilde, nunca nos dejaremos humillar por quienes toda la vida se han aprovechado de nosotros y han hecho escarnio de nuestra pobreza. (PAUSA) No te preocupes hijo. Verte como te veo me da fortaleza y tranquilidad. ¿Qué otra cosa podría dejarte al final, que no fuese dignidad?
JAVIER, EMOCIONADO, SE ACERCA A MANUEL Y LO ABRAZA



FIN

1 comentario:

INSTITUTO PERUANO DE CULTURA IPEC dijo...

Esta fue la segunda obra de TIEMPO REBELDE escrita en 1974 por Luis Valdez Pallete. La primera obra que montamos en 1973 fue LOS MISMOS, también de Luis Valdez, y fue estrenada en el Aula BERTOLT BRECHT del Pabellón de Letras de San Marcos en Julio 73, y declarada como obra ganadadora del II Festival de Teatro Popular y Universitario realizado en la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa, en 1973. Luego, en 1975 vino el montaje de Terror y Miserias de Brecht, en 1978EL CIRCO ELECTORAL de creación colectiva y en 1979, CUANDO EL OBRERO VE EL SOL de Luis Valdez, (Textos que se publicarán próximamente)

10 de marzo de 2015, 12:14 Eliminar