MI TAPIRIÑA
Ella tiene todo lo desconocido tanto
de sabor y olor. Su atracción no sólo es
sexual sino que me deleito mirarla a la distancia y acariciarle el rostro en
las mañanas. Son cocona y aguaje juntos en el centro de su orgasmo.
Su
excitación hace temblar los edificios y sólo encontramos la calma en la furia del descanso. Lavo sus calzones de
madrugada y limpio con mi lengua toda su ternura. Me sumerjo entre sus pliegues
internos para guardar nuestro deseo en espera del próximo encuentro.
Me
enseñaste a beber del centro de tu placer, y, comprendí que es una dimensión
superior al del placer propio, egoísta, es como un mercado, donde se encuentran
los placeres exhibidos.
¡Diosa
de la Libertad! Tus pies besan mi deseo y mi olfato vuela desde el tiempo
inédito del goce lento. Es la ilusión del amor responsablemente abyecto, hijo
solidario del cromañón, fósil latido del hombre del futuro. Enraizado entre la
lumbre que anochece y el canto de las piedras. Entre una cueva familiar y el
adelanto de la muerte.
¡Oh
diosa tierra! Dueña de los placeres del mundo y los dolores del universo. Cava
en mí tu eternidad
Oh
tierra madre de tribus civilizadas en la discordia y la ambición, ofreces lo
mejor de tus hijos como Pachamanca cocida a través de los siglos. Cocina
familiar de papa y maíz, de cópula y fecundación.
Eres
la cerbatana y yo el dardo diario que espera el soplo de un universo
hambriento, somos la efímera génesis de un beso, dado hace un instante y que al
recordarlo se transforma en manantial que bordan nuestros ojos.
Eres
el preámbulo y ágape del éxtasis tardo -todo junto-, eres la ropa de domingo
sentada al sol en el cordel del convento. Brisa de enamorado, huracán perverso
del amante, sinuosidad del camino errante del secreto.
Cuando
te conocí miré hacia la energía de tu ombligo, -no te puedo mentir- sentía
transportarme llevando hielo hacia el fuego interno de tu locura. ¡Acaso es
malo desear el aroma íntimo de tu libido? -Tampoco lo creí.
Por
eso ahora en el que mi cerebro hace gala de una inusitada erección, navego la
calentura de tu frágil sueño, húmedo, que me absorbe.
Justino
Hidalgo en la Capital.
IInstituto Peruano de Cultura/ IPEC Ediciones 2016